El Real Oviedo regresaba al Tartiere necesitado de ganar. Ante un buen rival, pero con el equipo prácticamente al completo a disposición de Javi Rozada. Sin bajas, y con el regreso de Christian, Sangalli y Tejera al once, y Saúl Berjón a la convocatoria, el técnico oviedista introdujo varios cambios en la alineación inicial.
La primera mitad, aunque sin ocasiones claras para ninguno de los dos equipos, se decantó del lado visitante. El mejor acercamiento lo tuvo Ortuño a los cuatro minutos de partido, con un remate que despejó el meta del Huesca a saque de esquina. Lunin respondió con una parada, a la media hora de partido, y pocos acercamientos más, con dominio del juego y la posesión por parte del equipo de Míchel.
En la segunda salió mejor el Real Oviedo, y creó más peligro. Sangalli tocó en el primer palo, en un balón que se marchó desviado por poco. Lunin atajó de primeras en una buena intervención en el que terminaría siendo gol del Huesca, al rechace, tras revisión de VAR incluída. Anotó Eugeni. El Tartiere se apagó, y Rozada movió banquillo. Saúl, Ibra y Omar salían desde el banquillo. Toda la artillería de ataque. Y a base de insitir, y de creer, aunque sin demasiada claridad en el juego ni en los acercamientos, llegó el gol de Ibra en el 97, en un disparo cruzado a pase de Carlos Hernández. El Tartiere estalló con su equipo, y el ariete lo celebró con rabia. Un punto al trabajo y a la fé que se quedó el Real Oviedo en el Carlos Tartiere.
